8/12/11

¿Quién es el guapo que le va a poner el cascabel al gato?

Por Catherine L'Ecuyer

Pau Casals decía, “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.” Si hay tanto conformismo y tanta falta de libertad en nuestra sociedad, es porque faltan “agitadores buenos”, gente libre y que piensa, como el niño del delicioso cuento que viene a continuación. Mucha murmuración, mucha queja, pero a la hora de la verdad… ¿Quién es el guapo que le pone el cascabel al gato?  

La Ropa del Emperador
(Extracto de La Ciudad Cautiva)

Érase una vez un emperador con tanta obsesión por los vestidos nuevos que gastaba en ellos todos sus caudales. Lo que más prefería era lucirlos en público. Un día unos embaucadores extranjeros le convencieron para hacerle el mejor de los trajes, tan sutil y refinado que gozaba de una supuesta cualidad: la de volverse invisible a los ojos de la gente ignorante, o bien ante cualquier persona inepta para el cargo que tenía. El emperador, presumido, se dejó convencer, pensando que con ese tipo de atuendo podría demás descubrir qué hombre en el reino ocupaban cargos indebidamente.

Los listos embaucadores pusieron en marcha los telares con hilo inexistentes.  Luego cortaron y cosieron con esmero la tela inexistente obteniendo el nuevo traje inexistente: todo ello ante los ojos atónitos del ministro, de los demás dignatarios, de los funcionarios de la corte y del propio rey.  Ninguno se atrevió a ser sincero. La mayoría, convencidos de no ser tontos, pensaron inmediatamente que no eran aptos para su cargo. Decidieron callar y fingir, aprendiendo de memoria los elogios que los expertos embaucadores hacían de los colores, la finura de la tela, sus dibujos, el corte, la caída del traje, etc. Finalmente, llegó el día de mostrarse el monarca en público estrenando el nuevo traje con motivo de una solemne procesión. Allí marchó desfilando ante todo el pueblo, que ya había sido debidamente informado, condicionando y educado sobre la naturaleza y las características especiales del nuevo tipo de prenda.

-¡Qué hermoso es el vestido nuevo del emperador! ¡Qué cola tan espléndida! Qué corte más ajustado! ¡Qué caída!

Nadie entre el gentío quería dejar traslucir que en realidad no podía verse cosa alguna, porque entonces no se lo hubiese considerado apto para su puesto, o se lo hubiese tenido por tonto.  Ninguno de los anteriores vestidos del emperador había tenido tanto éxito. 

-¡Pero si va desnudo! –exclamó de pronto una niña
-¡Oh, santa inocencia! –dijo el padre.  Y todo el mundo comentaba lo que la niña había dicho.
-¡Va desnudo: una niña dice que el emperador va en pelota viva! –gritó a la postre toda la gente.

El emperador se estremecía, porque sabía que era verdad; pero pensó “la procesión no se detenga, la exhibición continúe, tiremos para adelante”, se mantuvo más tieso que nunca, mientras los camarlengos aguantaban en el aire la cola del vestido ficticio.

Ese cuento es el cuento favorito de mis hijos. Siempre comento con ellos que es llamativa la actitud del emperador. Una mentira atrae otra y se hace cada vez más difícil rectificar. Pero es todavía más llamativa la actitud de los que trabajan para el emperador: "Nadie entre el gentío quería dejar traslucir que en realidad no podía verse cosa alguna, porque entonces no se lo hubiese considerado apto para su puesto, o se lo hubiese tenido por tonto." Es sencillamente genial. 

Que nuestros hijos sean personas enteras y verdaderas que no venden su alma por cuatro duros con tal de gustar a los demás o de no destacar de la masa. Ojalá siempre hagan lo que consideran bueno, verdadero y bello, en consciencia. Y nosotros también, porque ellos nos miran y hacen lo mismo...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Comparto tu reflexión, Catherine. Además de "agitadores buenos", echo también mucho de menos mayor receptividad entre algunos directivos. Falta escucha activa en ciertos puestos y en determinadas instituciones. Resulta muy difícil avanzar cuando quienes gobiernan no saben escuchar".
Pilar Buil

Catherine L'Ecuyer dijo...

Totalmente de acuerdo, Pilar. En el cuento, "ninguno se atrevió a ser sincero. La mayoría, convencidos de no ser tontos, pensaron inmediatamente que no eran aptos para su cargo." Si no hay cultura de mejora continua, se multiplican los problemas. Y siempre que hay un problema en una organización, la responsabilidad recae en los que dirigen. Y cuando se abdica de esa responsabilidad, entonces se pierde autoridad y la sostenibilidad de la organización esta en peligro. Un abrazo, Catherine

Anónimo dijo...

Simplemente genial!! Gracias!!

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el cuento.
Pero hay que volver a la vida real. No nos olvidemos que todos queremos comer, y ahi, muchas veces, se acaba el cuento.