A continuación un buen artículo para "leer con calma", del profesor Juan Carlos Vásquez-Dodero, del IESE Business School. ¡Que disfrutéis!
"Uno de los posibles beneficios que
puede tener el actual caos en que
vivimos es devolvernos en el sentido del
tiempo, que, a mi entender, habíamos
perdido: todo es para ya, no hay un
segundo que perder, todo es urgente. Hemos
adaptado nuestras vidas a la nueva velocidad tecnológica.
Todo se ha acelerado en unas décadas y muchas personas
nos hemos amoldado a esta nueva pseudoexigencia
social que tan malas consecuencias tiene.
La vida, la naturaleza, tiene sus
ritmos. Pero la cultura de la eficiencia –más cosas en
menos tiempo– nos ha impuesto una forma de vivir que
podríamos resumir como: too much, too soon. Los
ejemplos son constantes: desde el niño que no tiene un
minuto para jugar, o sea para hacer lo que le venga en
gana, porque sufre una agenda disparatada y llena de actividades extraescolares, que naturalmente no ha elegido
él, sino sus eficientes progenitores, que se empeñan en
que la criatura esquíe a los dos años, nade a los tres,
juegue al tenis a los cuatro y así sucesivamente…; hasta el
joven que, ya deformado, no encuentra tiempo para leer, ni
para charlar, ni digamos el tiempo o el lugar apropiados para
meditar.
Lo de los adultos se ha
convertido, en muchos casos, en un tema disparatado: no es que
queramos llegar pronto a nuestro destino, sino que no
soportamos un cuarto de hora de retraso en el AVE; hacer una
simple cola de unos minutos exaspera a la mayoría; pedir, con
la antelación adecuada un aplazamiento de cualquier entrega
está mal visto; comer o cenar con tranquilidad no es de
recibo, las sobremesas se han acabado; descansar sin
hacer nada distinto de lo habitual no se lleva; esperar a
que el ordenador cargue una aplicación o un programa nos pone
nerviosos... Lo bueno es el fast food, el “pronto
moda”, la película con escenas y secuencias de segundos, el visto
y no visto... (...)
La nueva situación que vivimos en
el mundo, y particularmente en lo que
llamamos Occidente, nos obliga a hacer un nuevo planteamiento de
todo lo que se refiere a la relación entre medios y fines:
quizá la nueva escasez que exige ser austeros y medir bien
los recursos que estábamos dilapidando favorezca que todos
debamos reaprender a llevar bien algo que es natural
en el ser humano: esperar, esperar pacíficamente. Porque no
volverá a haber nunca más una o más personas esperando
a que alguien llegue para atenderte en cualquier
servicio. Desde los servicios de sanidad, hasta los espacios
comerciales estaban llenos de empleados que se pasaban horas y
días con poco por hacer, a la espera de que alguien
llegara. “¿Sabes? –nos decíamos– me he renovado el documento de
identidad y me he sacado un pasaporte, fotos incluidas, en
una hora”. Está muy bien. La cuestión es ¿y qué? ¿para
qué?, ¿para tener otro rato más para ver la tele?, que es a lo
que muchas personas dedican una sorprendente cantidad de
tiempo todos los días del año. Mejor sería leer un poco o hacer
cualquier manualidad..., auténtica pérdida de tiempo...
sin duda reconfortante." (Revista de antiguos alumnos del IESE, Enero, Marzo 2012, no.124)
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