3/3/12

"Sólo quienes tengan cerebro y no cráneo sobrevivirán"


Por Catherine L'Ecuyer

Estar fascinado es estar atraído, seducido, embrujado… por un poder de atracción, una fuente de estimulación exterior al sujeto. La fascinación hipnotiza. Es placentera porque saca a uno del coma agonizante de su apatía provocada por la sobre estimulación de los sentidos. Es la droga barata del siglo XXI. 

En cambio, el asombro es un proceso voluntario que se inicia desde lo más profundo de la persona. En tiempos como los actuales, en que tantos se preguntan por la clave de un proceso educativo exitoso, los pedagogos harían bien de acordarse de la siguiente frase de Tómas de Aquino, “El asombro es el deseo para el conocimiento”. De allí la importancia de proteger este mecanismo con la que cuenta la naturaleza para que cada uno pueda vivir una existencia verdaderamente personal.  

Os dejo con un excelente artículo de José Quintano, profesor de colegio, que trata de la diferencias entre fascinación y asombro. 

"Soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado". Eso decía Wyslawa Szymborska, premio Nobel de Literatura en el 1996. Murió hace poco, ya en febrero de 2012. En La Vanguardia se recogían estas palabras suyas. Sabía lo que decía. En la actualidad, el fútbol y las pantallas son los pasatiempos favoritos, que llegan a drogarnos, como dice perfectamente Suso de Toro en un fenomenal artículo publicado hoy mismo. Opina el escritor que es un cambio más que tecnológico: antropológico. Bien podría ser: el hombre es sumamente plástico. El uso indiscriminado de internet nos hace dependientes y potencia en nosotros otras capacidades nada despreciables. El problema es que disminuyen otras, algo más vitales, por lo visto. Es la diferencia entre el asombro y la fascinación, como me explicaba mi genial profesor de filosofía. La primera es motor de saber; la segunda, atonta, porque avasalla con tanto dato que no llega a ser dato porque no es asimilado. A base de recibir tantos inputs por segundo, hemos perdido la capacidad de recibirlos. Ya no miramos, sólo vemos. Eso sí: hemos ganado lo de manejarnos a gran velocidad por el ciberespacio. Somos ratas de internet. Ratas mareadas. Lo que decía Jean Guitton se está cumpliendo letra por letra. Ahora más que nunca, internet nos salvará de los idiotas perdidos, que sólo saben dónde están los datos. Lo que urge -ahora y siempre- es aprender qué significan las cosas y qué hago con el material que se me ofrece, una vez separados los datos ciertos de la escoria. Es decir, que a quien sonríe por el simple hecho acumulativo y cuantitativo de que "en internet está todo", se le borrará la sonrisa cuando piense -si llega tan lejos- que eso va en su contra en lo que a su mejor yo se refiere. Sólo quienes tengan cerebro y no sólo cráneo sobrevivirán. Y gracias a Dios, no son pocos. 
http://cartasenelolvido.blogspot.com

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