Por Catherine L'Ecuyer
Según un reciente estudio americano, lo que hace que una historia se trasmita más rápidamente en la red por el boca
a boca, es el asombro que provoca en sus lectores.
En el estudio, realizado por la Universidad de Pennsylvania, analizaron una serie de variables con respecto a la comunicación de varios artículos del New York Times cada 15 minutos durante más
de 6 meses. Contrariamente a la creencia popular según la cual la gente
buscaría contenidos cortos, historias superficiales, frívolas, escabrosas o
morbosas, los que tuvieron más éxito fueron los contenidos más positivos, más
largos y que provocaron asombro en sus lectores.
El estudio define
asombro como “una emoción de trascendencia personal, un sentimiento de
admiración y de elevación frente a algo que supera a uno. Invoca la apertura y
la ampliación del espíritu y una experiencia que hace que uno pare para
pensar.”
Ese es todo un descubrimiento
para el mundo del marketing on-line y para los autores de ficción. Pero puede que lo sea también desde el
punto de vista de la persona, y más especialmente de la pedagogía. El asombro es lo que suscita interés por parte de las personas. ¿Y si el
asombro no fuera un mero sentimiento? ¿Y si fuera, como dice Tomás de Aquino,
el principio del conocimiento? ¿Y si el asombro preexistiría como algo innato
en la persona? Si es así, entonces este descubrimiento tiene implicaciones
mucho más allá del marketing on-line. Puede que hayamos dado con una realidad, el
asombro, que trabaja demasiado a ciegas, por no encontrarse con qué ponerse en
marcha… contenidos de calidad y que amplían los horizontes de la razón.
Contenidos bellos. Porque la belleza provoca el asombro.
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