Por Catherine L'Ecuyer
Esta semana, leí una anécdota deliciosa reportada por mi amiga y colega Magdalena Bosch, en su libro cuya lectura recomiendo, El Poder de la Belleza:
Esta semana, leí una anécdota deliciosa reportada por mi amiga y colega Magdalena Bosch, en su libro cuya lectura recomiendo, El Poder de la Belleza:
Estaba un conocido
catedrático dando una conferencia sobre la belleza, cuando una mujer de entre
los asistentes le hizo la siguiente observación: “En realidad, sobre gustos no
hay nada escrito”. El profesor respondió rápidamente: “Señora, sobre gustos hay
mucho escrito, lo que ocurre es que usted lee muy poco”.
Podríamos hablar largamente
de lo que se ha escrito sobre el tema de la belleza. Una de las frases que me impactó para siempre cuando estudié
filosofía es la siguiente: “La belleza es la expresión de la verdad y de la
bondad”. La belleza con "b" minúscula es cuestión de gusto, de moda. Pero la Belleza,
con B mayúscula, no lo es.
¿Qué es bello para un niño? Si la belleza es expresión de la verdad y de la bondad, es bueno para el niño todo aquello que respeta y reconoce su verdad y su bondad. Es bello para el niño todo aquello que
corresponde con su naturaleza, su orden interior, su inocencia, sus
necesidades básicas, sus ritmos.
Por eso es tan importante
rodear al niño de belleza, porque lo que no es bello, por carecer de bondad y de verdad, le
puede hacer daño, mucho daño. En el mejor de los casos, pues sería una triste perdida
de tiempo. Una generación que no sabe disfrutar de experiencias verdaderamente estéticas, es una generación Pan y Circo. Se emocionará con el Waka Waka y con poco más.
Y por eso a la hora de filtrar, como padre, lo que conviene o no al niño, no hay que hacerse “la pregunta equivocada”, como explicaba en otro post, quedándonos, por la misma incultura que aquella señora que leía muy poco, en los mínimos.
Para nuestros hijos, Belleza. ¡Sólo Belleza, y a lo grande!
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